Formas de tolerancia cultural y religiosa en la Nueva España, en el tránsito a la independencia

Rosa María Martínez de Codes (UCM)

El camino hacia la tolerancia en el mundo Ibérico fue lento y complicado por toda una serie de cuestiones de carácter religioso, político, social e identitario que la sociedad tradicional y la monarquía absolutista trataron de preservar frente a nuevas formas de pensar la sociedad, la religión y los derechos individuales.

A medida que el mundo hispánico se vio inmerso en los procesos de cambio filosófico, político y religioso que la Ilustración trajo consigo, el tolerar en materia de conciencia se convirtió en un arma estratégica en el intento de reconciliar, por una parte del clero y también de los reformadores católicos  el racionalismo y el empirismo con la autoridad y la ortodoxia religiosa.

En el contexto regalista de finales del siglo XVIII las autoridades peninsulares subrayaban que toda concesión en este ámbito era prerrogativa del Estado; pero incluso los reformadores ilustrados más moderados tuvieron que enfrentar la oposición de la jerarquía eclesiástica y de la Inquisición que interpretaron la cuestión de la indiferencia religiosa y del ser tolerante como “tolerantismo”: un ataque directo contra la religión revelada, contraria a las enseñanzas y el dogma de la Iglesia.

En las últimas décadas frente a una historiografía anglosajona que ha monopolizado el debate sobre la Tolerancia religiosa, priorizando el análisis de las ideas, las corrientes de pensamiento y los autores de la llamada “literatura devocional del nuevo culto a la humanidad” (P. Bayle, J.J. Rousseau,  FM. Voltaire, J. Locke, etc), ha habido un cambio de óptica más atento al análisis de los contextos sociales y políticos que crearon las condiciones para la Tolerancia. Se trata, en última instancia, de profundizar en el estudio de los contextos que posibilitaron una mayor visibilidad de la disidencia religiosa y la presencia de actitudes tolerantes, como parte de la historia general del conflicto religioso.

En este sentido cabe indicar que durante los difíciles años de crisis de legitimidad que se produjo en España, después de la invasión napoleónica, la idea de libertad de conciencia fue ampliamente difundida y debatida en distintas regiones americanas y firmemente criticadas por los defensores de la Corona, del altar y de España. Pero no fue hasta la década de 1820 cuando los revolucionarios independentistas abolieron los tribunales inquisitoriales como símbolos del despotismo español. Lo que parece que no fue posible fue modificar las convicciones políticas y religiosas que defendían la exclusividad de la iglesia católica como baluarte frente a la diversidad religiosa.

Se puede afirmar que en vísperas de la independencia la Nueva España no había experimentado un proceso de secularización del Estado ni de las ideas que posibilitara políticas tolerantes. La modernidad política y cultural mexicana no fue acompañada de una modernidad religiosa pluralista. No obstante se encuentra en el primer constitucionalismo mexicano voces y contextos favorables a la tolerancia civil de cultos.

Este ensayo explora algunas pistas que pueden contribuir a construir una narrativa que integre, entre los hitos de la historia contemporánea de la secularización en México, el papel crucial que tuvo la cuestión de la tolerancia política y religiosa en los primeros pasos de secularización de la cultura.

Tales pasos serán analizados desde las fórmulas pro tolerancia que ensayó el catolicismo ilustrado para reformar la cultura y servir de sustrato ideológico a la nacionalidad emergente, en el contexto de la lucha de los liberales moderados de la década de los años 1830 contra la intervención del clero en la política y de las pérdidas territoriales de 1836 y 1847.

Por otra parte la idea de vincular el estado naciente a la “marcha política del progreso”, en palabras del católico liberal José María Luís Mora, implicó integrar sectores sociales más amplios a la actividad económica surgida de los intercambios crecientes con Europa. Desde una perspectiva socio-económica interesa analizar, igualmente, si las políticas migratorias propiciadas por aquella generación, al tener grandes dificultades para  “acomodar” el principio de libertad religiosa en sus tratados comerciales, no dinamizaron soluciones políticas de ruptura.

Cabe preguntarse si en el contexto pre y post independentista los disidentes, es decir quienes manifestaban dudas y actitudes de tolerancia religiosa, de relativismo o de escepticismo no fueron los pioneros y precursores del actual pluralismo religioso. Sus proyectos de reforma religiosa y creciente demanda de liberta de conciencia prepararon el terreno sobre el que germinarían los conceptos de libertad de conciencia y de culto. El resultado fue la rapidez con que las nuevas naciones americanas recurrieron a la tolerancia como políticas de Estado.

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