La desamortización eclesiástica en el Río de la Plata desde el decreto de 1804  hasta la reforma religiosa  de Rivadavia

Rachel Bisio de Orlando (INHIDE)

La ilustración y el avance del regalismo en el siglo XVIII fueron factores principales para el impulso de  la desamortización del patrimonio eclesiástico. Esta decisión tuvo el propósito inmediato de conjurar el quebranto de la Hacienda, al incorporar al tráfico  comercial los bienes en poder de las “manos muertas”. En el largo plazo, apuntó  a la concreción de uno de los objetivos fundamentales del programa ilustrado, que fue el de transformar la estructura de la Iglesia y  rediseñar su rol social y educativo.

A partir de fines del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX, el Estado se apropió  en dos oportunidades de recursos  de la Iglesia rioplatense. La primera desamortización se inició en España con la sanción de los decretos  de Consolidación de vales reales de 1798. La simultaneidad del proceso con América resulta de uno de los decretos que implementó la medida, el que ordenaba  remitir los fondos de las temporalidades americanas  a la Caja de Amortización, asumiendo como patrimonio eclesiástico a los bienes de los jesuitas confiscados por la Corona luego de su expulsión en 1767.

Respecto de los otros bienes de la Iglesia, la consolidación  se extendió a América el  28 de noviembre de 1804 y mantuvo su  vigencia hasta 1809 cuando fue suspendida por  la Junta de Sevilla. En la publicación “La América de Carlos IV”, desarrollamos este tema en una investigación dirigida por el Dr Martiré.

El decreto ordenaba la venta de los bienes y la redención de los capitales pertenecientes  a obras de caridad que administraba la Iglesia, incluyendo en esta clasificación a un amplio número de instituciones religiosas, tanto del clero secular como regular (hospitales, casas de misericordia, de expósitos y obras pías).

El monto de la desamortización hispanoamericana  se obtuvo mayoritariamente, a la inversa que en España,   por la redención de censos y, en una proporción notablemente menor, por la venta de propiedades de instituciones religiosas.

Las desamortizaciones  de 1798 y 1804  fueron  dictadas para aportar fondos a la fallida hacienda real y afectarlos  al pago de la deuda pública, fundamentalmente, al de  los intereses y rescate de los vales reales.

Sin embargo, el análisis de los resultados de la política fiscal nos indica que este destino se cumplió solo parcialmente en el Imperio, según lo indica la mayor parte de la historiografía  y que  los fondos desamortizados no fueron destinados a ese fin. Podemos afirmar  que en el ámbito rioplatense se confirmó esa tendencia, siendo una de sus principales causas una contingencia imprevista: las invasiones inglesas, que provocaron el aumento de los gastos militares y la transferencia  de estos fondos a la real hacienda.

Desde  la perspectiva    económica afectó  el crédito local al provocar la redención  de los censos, que eran el destino prioritario de los fondos recaudados por las obras de caridad de la Iglesia.  Sin embargo,  las víctimas no fueron sólo los organismos eclesiásticos, sino también los pequeños y medianos propietarios que no pudieron rescatar los créditos pendientes.

 En el ámbito religioso fueron perjudicados los fundadores de las capellanías, que no recibieron  el beneficio espiritual esperado, y los capellanes, a quienes en Buenos Aires nunca se les pagaron los intereses devengados por los capitales desamortizados con los que contaban para subsistir. Otros damnificados fueron los miembros del clero regular y secular así como parroquias,  conventos y monasterios,  a los cuales la disminución de recursos les impidió cumplir, en la misma medida que antes, con sus fines religiosos y sociales.

Al carecer de los recursos de las obras pías, la Iglesia se vio obligada a abandonar las tareas educativas y asistenciales, siendo sustituida por el Estado  en estas funciones.

En síntesis, la desamortización eclesiástica rioplatense  producida en el periodo virreinal  tuvo un alcance limitado,  de un monto muchísimo menor que el obtenido en México o en la península, y con la particularidad de no haberse remitido los beneficios a España debido a las razones señaladas.

La segunda desamortización se produjo  en Buenos Aires en la época patria con la sanción de ley de reforma eclesiástica de 1822, que no se limitó a la expropiación de recursos, dado que generó una amplia transformación de la Iglesia.

El gobierno de Buenos Aires, a partir de la asunción del ministro Rivadavia en 1821, planificó  la transformación del Estado provincial, su estructura, funciones y fines, de acuerdo al ideario iluminista, iniciándola con  la reforma religiosa, considerada como un factor fundamental para asegurar el éxito del plan e imprescindible para su afán secularizador.

Entre los antecedentes de la reforma, además de la influencia de este caudal ideológico y  de otras fuentes, es interesante destacar la ley española de supresión de monacales de 1820,  con la que revela una significativa semejanza.

La ley de 1822 además de la desamortización eclesiástica, introduce la reforma de los  regulares,  que se insinuara en el siglo XVIII y  surgirá con fuerza en el XIX en ambos continentes.

Una revisión somera de las transformaciones más importantes  introducidas por la ley  arroja las siguientes conclusiones:

En lo económico, la concreción de la segunda desamortización originó la creación del presupuesto de culto, debido a la expropiación y venta de los  bienes eclesiásticos de las casas suprimidas, declarando bienes del Estado todas sus propiedades, muebles e inmuebles y a la supresión de los diezmos.

En  la organización eclesiástica, la adopción de medidas para lograr la unidad del clero, como por ejemplo forzar la secularización de los regulares y su sujeción  a los obispos; la transformación de algunas instituciones eclesiásticas como al Cabildo eclesiástico en el Senado del clero, novedad que implicó no solo un cambio de nombre sino también de su estructura; la supresión de algunos conventos; la modificación de sus condiciones de funcionamiento y  la extinción del fuero personal.

El trabajo analiza la magnitud del beneficio que reportó la confiscación y venta  de los bienes  y rentas eclesiásticos, tema que ahora  es enfocado  desde una perspectiva diversa a la de anteriores estudios y que consiste en la identificación del destino y la aplicación de los fondos, indagando, entre otras de otras fuentes, el resultado en  los libros contables de ingresos y egresos de la recién establecida  Contaduría de la Provincia de Buenos Aires, creada en reemplazo de la Caja de Buenos Aires.

Para concluir, se investiga un  aspecto que significó el cumplimiento de uno de los fines más importantes de la reforma, que fue  el de la regulación de la educación y la asistencia social al expropiarse los hospitales e instituciones que tradicionalmente estaban a cargo de la Iglesia – como el hospital de Santa Catalina y los de la Hermandad de la Caridad, que sostenía al Hospital de mujeres y al Colegio de Huérfanas- y que asumió el gobierno  para ponerlas al servicio del proyecto diseñado por Rivadavia para  la nueva república, lo que paradojalmente duró mucho menos que la irreversibilidad de la desamortización.

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